Durante años el alcalde de Guillena se dedico a colocar en el Ayuntamiento a todos sus amigos, personas cercanas a su partido y simpatizantes y aduladores varios. Ni bolsas de trabajo, ni censos transparentes, ni control democrático, solo el dedo benefactor de la alcaldía que señalaba quien tenía “derecho” a trabajar y quien no, quien “podía” trabajar y quien quedarse sin empleo.
Con la excusa de la crisis, el alcalde guillenero pide al pueblo, a los vecinos que pagan religiosamente los tributos abusivos impuestos por el patrón, que ejerzan de chivatos y “aperaores” para el cortijo en el que ha convertido el Ayuntamiento. Quiere que los vecinos denuncien a los empleados municipales si entran en un bar o llevan a sus hijos al colegio en horas de trabajo y otras lindezas del mismo tenor.
En todos estos años, para sostener el festin, los impuestos municipales con el IBI a la cabeza, no ha dejado de subir hasta colocarse muy por encima de la mayoría de los municipios sevillanos. Nunca, el alcalde, consulto al pueblo ni pidió opinión alguna sobre la idoneidad de estas subidas que no escondían otra cosa que mantener un sistema de docenas de empleos a modo de granero de votos que perpetuara un régimen que dura ya treinta años.
El alcalde, ahora, pide al pueblo pagador del festin que se convierta en chivato de todos aquellos que el mismo coloco y que, a lo que se ve, traicionan su confianza y no cumplen con las obligaciones por las que cobran.
Esta villanía innoble de enfrenar a vecinos y trabajadores para salvar su propia responsabilidad en la situación, tratando de convertir a los primeros- vecinos- en soplones y delatores de los segundos-trabajadores- no hace más que demostrar una manifiesta incapacidad para continuar al frente del municipio. Su tiempo ha terminado, dimita sr. Padilla.